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¡Pum! Un año ha pasado


¡Pum! 

Se vienen tantos recuerdos de pronto.  Recuerdo que unos días antes de la cuarentena leí un testimonio de lo que se vivía en Wuhan. Encerrados, sin provisiones, viendo gente morir sin saber bien qué pasaba. Ese artículo fue publicado en enero. La voz de esa joven contando su historia resonaba en mi Guardé mi celular para comprar mi café, estaba segura, aunque con miedo, de que esto no nos pasaría. Wuhan y Perú están muy lejos decía mi cerebro cerrándose a la idea posible de que, como todo en este mundo, la humanidad siempre se ve traspasada por lo innegable de que el gran igualitario es nuestra mortalidad. Esto no era problema de Wuhan sino del mundo. Y de pronto mi mundo se sacudió. 

 

¡Pum!

Cuarentena señores.  

Y en mi mente solo estaba las palabras de esa chica. Ella tenía hambre y su refrigerador estaba casi vacío. La tienda debajo de su pequeño departamento tenía días sin abrir.  Estaba sola y asustada. Enferma por el encierro. Alejada de su familia, aterrada de estar en el epicentro de la amenaza mundial. De repente me sentí sola, como ella. Sola en mi cuarto, con toda mi familia dispersa, viviendo separados.

 

¡Pum! 

 PASÓ YA UN AÑO. Un año en los que hemos visto partir gente sin ocasión de despedirnos.

 Los insomnios que se hicieron frecuentes durante los primeros meses de cuarenta volvieron. Ahora son más esporádicos, pero me dan en bloque de 3 a 4 días de frente 

 

¡Pum! 

Mi cerebro piensa y piensa mientras estoy acostada en mi cama, con mis pies apoyados en la pared amarilla y mirando mi cortina azul tan desteñida y sucia. 

 

Y ¡Pum! 

Mi cerebro capta las ideas que pasan volando en la madrugada, y yo solo las voy escribiendo…

 

Antes me importaba decepcionar a mi abuela y me importaba no tener el amor de mi madre. Ahora me importa decepcionarme a mí y no tenerme suficiente amor. 

 

Antes anhelaba el amor de mi padre, aunque tenía el de mi abuelo. Ahora siento culpa de no haberlo apreciado lo suficiente y anhelo nunca sentir que necesito el amor de nadie. 

 

Antes me sentía sola a pesar de que mi familia disfuncional me rodeaba. Ahora prefiero estar sola, pero siento miedo de que cuando pasen los años no sienta que mi compañía me es suficiente. 

 

Antes estaba convencida en una vida luego de la muerte, un sitio con tanta luz que no vería nada, pero tampoco tendría miedo o dolor, dudas o ansiedad. Ahora solo veo oscuridad al final, una nada que es solo la ausencia de algo, de dolor, de alegría, del ser. 

 

En algún punto soñé que todo lo que anhelaba lo tendría, sobre todo material, ahora he aceptado que quizá no lo consiga y que tengo que ser feliz con lo que tengo y con lo que pueda conseguir, pero me da miedo porque mientras avanzo me pregunto si me interrogaré más adelante sobre mi conformismo o mi mala suerte. 

 

Antes el insomnio no me era amigo, más bien tenía la costumbre de despertar de madruga llorando y gritando, no recuerdo si tenía pesadillas, solo me despertaba. Ahora el insomnio no me es esquivo y mi cerebro ya no me esconde las pesadillas, sino que las hace más vivas y eso me da cada vez más miedo al despertar. Me pregunto si cuando esté total e indefectiblemente sola, acostada en mi cama, presa de esas pesadillas o durante esos insomnios, sin nadie con quien hablar, ni si quiera por teléfono; si en ese momento mi miedo no me ganará, si la pena no se apodará de mí y si no me arrepentiré de lo que solía decir sobre disfrutar mi soledad. 

 

Una soledad que venía acompañada de no contestar llamadas, de no tener conversaciones largas, sin penas compartidas, y con los pocos triunfos obtenidos casi no celebrados, privando a los que me quieren de festejar esas pequeñas victorias sabiendo que quizá no conseguiría otras más grandes, y menos aún permitiría que celebren conmigo. 

 

Estoy llena de dudas esta noche con insomnio, y las lágrimas pasan a un estado donde ya no siento nada y de eso paso a la pena de nuevo y así soy un vaivén de emociones que no entiendo. Sin embargo, no me dejo dominar con ninguna porque no sé cuál de esas emociones soy yo. Sensibilidad o nada, lloriqueo o seriedad... Espero poder dormir pronto y que lo que le confieso a este insomnio no se convierta en una pesadilla que me torture toda la semana. 

 

¡Pum! 

Las ideas me abandonan y mi cerebro dice que si no dejo de escribir esto en mis notas del celular nunca dormiré. Luego me costará 3 veces más levantarme y cocinar, y como me está mi ánimo esta semana lo más probables es que no me levante 

 

¡Pum! 

Recuerdo que si no fuera por todas las publicaciones que vi en redes de personas hablando sobre el primer año de la pandemia ni me hubiera dado cuenta que pasó tanto tiempo. Pienso “¿quizá vivo por vivir?” Pero recuerdo mis pequeños shocks en la ducha, cuando siento que me agobia todos los cambios afrontados tan rápido y cuando la realidad me golpea como el agua golpea mi cuerpo. No vivo por vivir. Quizá es solo mi mente bloqueando este terrible aniversario porque está acostumbrado a no celebrar fechas especiales que no sean mi cumpleaños. Concluyo, después de esto, que quizá, debo revisar menos las redes sociales y preocuparme más por irme a dormir. 

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